Galería de arte audaz
Guadalupe Victoria 28 Fuentezuelas, Querétaro, México
valtierras211@gmail.com

Mi pincel ha mentido tan audazmente como la vida misma… y , sin embargo, ¡qué verdad más terrible revela!
Juan José Valtierra Silva
Óleo y arcilla sobre tela/Óleo y arcilla sobre lienzo
33 x 35 cm 2025
Si desea más información puede escribir a valtierras211@gmail.com
Me detengo frente al lienzo, y en su superficie agrietada, en sus capas de pigmento y arena, encuentro el eco de un silencio que me habla. No es el silencio de la ausencia, sino el de la presencia desnuda, despojada de intención. La materia, aquí, no es un medio para representar, sino un fin en sí misma: una herida abierta hacia lo inefable.
¿Qué veo? Sin formas, ni símbolos, ni alegorías. Veo el rastro de un gesto que ya no me pertenece, la huella de un instante en el que el “yo” se disolvió en el acto de crear. La pintura matérica, con sus texturas ásperas y sus grietas incontrolables, me recuerda el principio *wabi-sabi*: la belleza reside en lo imperfecto, en lo efímero, en lo que se deshace entre los dedos como arena de un *mandala* barriendo por el viento.
Occidente me enseñó a dominar la técnica, a buscar la expresión individual, a imponer mi voluntad sobre la tela. Pero el Zen, como un susurro antiguo, me devuelve a la humildad: la obra no es mía, sino del vacío que la atraviesa. Cada grieta es *mu* (無), la nada que lo contiene todo; cada capa de yeso y óxido es el paso del tiempo, la impermanencia hecha visible.
Al contemplar esta pieza, siento que el lienzo ya no es un objeto, sino un umbral. La materia, en su crudeza, se vuelve espíritu. Y yo, el pintor, no soy más que el testigo de un diálogo entre lo tangible y lo invisible, entre la forma y su disolución.
¿Acaso no es esto el *satori*? Un destello en el que el creador y lo creado se funden, en el que la mano que pinta y la mente que juzga desaparecen. Solo queda la pintura: herida, sagrada, muda.
Y en su mutismo, enseña.
JJVS

¡Este color grita más fuerte que mi Zaratustra! ¿Acaso he dado a luz un dios o un demonio?
Juan José Valtierra Silva
Óleo y arcilla sobre tela/Óleo y arcilla sobre lienzo
33 x 35 cm 2025
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Mis cuadros no son lo que parecen. Bajo la elegancia de los óxidos, entre los pliegues del yeso agrietado y los dorados que se desvanecen como suelas vencidas, hay mensajes ocultos. El espectador distraído solo ve texturas, manchas fastuosas, la ceremonia silenciosa de las materias. Pero el iniciado sabe que cada grieta es un jeroglífico, cada salpicadura de carmín una sílaba de un poema que no puede decirse con palabras.
Pinto con tierras quemadas, con polvo de muros derribados, con las cenizas que dejaron los incendios de la historia. En mis lienzos, el tiempo no pasa: se condensa, se vuelve piedra o cicatriz. A veces, en el azar de un chorreado, aparece el perfil de una diosa olvidada; otras, entre las costras de pintura, asoma la silueta de un guerrero prehispánico, fundido en el óxido. No los busco: ellos me encuentran.
¿Qué dicen estos signos? No lo sé del todo. Sé que hablan del deseo —ese oro líquido que gotea como miel venenosa— y de la vida —esa capa negra que, al secarse, revela un azul ultramarino—. Mis cuadros son espejos velados: quien se atreve a rozarlos con la mirada descubre, por un instante, su propio rostro descompuesto en la materia.
El arte abstracto es el más antiguo de los lenguajes. Antes que el alfabeto, antes que el número, el hombre se expresa con la huella de su mano ensangrentada en la piedra. Yo solo repito ese gesto primordial: ocultar para revelar, cubrir con fastuosidad lo sagrado para que solo los dignos lo reconozcan.
Mis pinturas son altares sin dioses. O tal vez el dios está escondido en la textura, como una palabra maldita entre las páginas de un libro inocente.
JJVS

¿He creado esto o ha sido el caos quien se burla de mí, mostrándome su rostro detrás de mi propia mano?
Juan José Valtierra Silva
Óleo y arcilla sobre tela
33 x 35 cm 2025
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Capas de óleo mezcladas con arena, ceniza y fragmentos de espejo roto, dispuestos como si el propio caos hubiera decidido ordenarse por un instante. Colores que chocan: púrpuras decadentes, negros que no son ausencia sino profundidad devoradora, y un dorado que irrumpe como un relámpago en mitad de la tormenta. No hay formas, solo fuerzas. No hay mensaje, solo voluntad.
Esta obra no la pinté *yo* —fue pintada *a través de mí*. La materia aquí no es pasiva: grita, resiste, se rebela contra el pincel. Cada grieta en el yeso es una risa burlona hacia los que buscan “belleza” en el arte. ¿Belleza? ¡Qué concepto débil! Esto no es decoración, es un combate. Un sí rotundo al caos que llevamos dentro.
Esa mancha arriba a la izquierda, aplicada con la mano, sin mediación. No es sangre, es vida. No es violencia, es energía pura. Los críticos dirán que es “abstracto”, pero ellos solo ven con los ojos del *último hombre*, ese que todo lo reduce a seguridad y consumo. ¡Yo pinto con las entrañas! ¿Abstracción? No. Esto es *realidad desnuda*, sin el velo de la moral ni la razón.
El arte no debe “elevar” al espectador. Debe derribarlo. Hacerle tambalear. Que amigo de su pequeño mundo ordenado. Este cuadro es un martillo: golpea y pregunta: *¿Qué eres capaz de soportar? ¿Puedes mirar al abismo sin que el abismo te devore? Porque el abismo, querido espectador, ya te está mirando desde estas capas de pintura seca.
JJVS

Juan José Valtierra Silva
Óleo y arcilla sobre tela
33 x 35 cm 2025
Si desea más información puede escribir a valtierras211@gmail.com
El cuadro se impone. No es una imagen que se contempla, sino una presencia que se *experimenta*. Los pigmentos espesos, las grietas que surcan la superficie como cicatrices, los volúmenes que desafían la planitud del lienzo… Todo aquí es cuerpo, resistencia, síntesis violenta de lo inerte y lo palpitante.
¿Qué es esto que me conmueve? No hay figuras, ni relatos reconocibles, y sin embargo, algo en mí responde al desgarro de la materia, a la tensión entre el caos y el orden que se resuelve en una armonía precaria. Los colores no están *aplicados*; más bien, *luchan* entre sí, se mezclan en un abrazo que es tanto fusión como conflicto. El óleo coagulado, la arena incrustada, los trazos que fueron gestos antes que líneas… Cada elemento ha perdido su pureza para devenir algo otro, algo nuevo.
Aquí reside el misterio: la obra no *representa*, sino que *es*. No alude a un mundo exterior; encarna su propio universo. Y en esa encarnación, me interroga. ¿Acaso no soy yo también una síntesis de fragmentos? ¿Una textura de memorias, deseos y olvidos amalgamados en una forma que apenas se sostiene? La materia del cuadro me devuelve mi propia condición: un ser hecho de capas, de rupturas, de intentos fallidos y reconciliaciones efímeras.
El artista no ha pintado; ja *excavado*. Ha dejado al descubierto la geología oculta de lo visible, y al hacerlo, ha expuesto la paradoja última: que lo abstracto, en su aparente lejanía, puede ser más íntimo que cualquier rostro. Porque en esta superficie herida y reconstruida, reconozco el mismo pulso que anima lo real: la eterna danza entre el acto de crear y el de destruir, entre lo que se afirma y lo que se desvanece.
Y entonces, calladamente, la obra me susurra: *”Tú también eres materia en tránsito. Tú también estás siendo hecho y deshecho en cada instante”*. Y no hay consuelo en este mensaje, solo una verdad desnuda, tan brutal como bella.
JJVS